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Historias del Ajedrez

David Bronstein Recapitulación de Situaciones Compartidas y Dilatadas Charlas sobre el Ajedrez y su Vida, entre 1992 y 1994

Antonio Gude Fernández

Escritor, Periodista, Director deportivo, Entrenador, Traductor y Conferenciante

El gran maestro David Bronstein pasó largas temporadas en España entre 1992 y 1994, por su vínculo con la Universidad de Oviedo. Durante ese tiempo me honró con su brillante conversación primero, y luego con el privilegio de su amistad. El texto que sigue es una recapitulación (o más bien una síntesis) de situaciones compartidas y dilatadas charlas sobre ajedrez y sobre su vida. La vida de un protagonista y, a la vez, testigo excepcional del ajedrez de nuestro siglo.

El poeta norteamericano John Ashbery llegó a decir que había consagrado toda su obra, es decir, su poesía, a demostrar que la poesía es mentira. De forma similar, Bronstein parece empeñado en demostrar que el ajedrez no vale nada, o que vale poco, Incluso lo dice: “He dedicado toda mi vida a explicarle a la gente que el ajedrez es mentira.” En realidad, lucha contra su supuesta trascendencia, contra la megalomanía de quienes lo consideramos parte del ombligo de cosas importantes. Lo matiza así: “Olvídese de todo lo que haya podido decirle y publique esto: la verdad es que si recorro veinte países y frecuento media docena de clubes es para decirle a todo el mundo que esa actitud pretenciosa del gran maestro hacia el ajedrez es ridícula… Una multiplicación puede ser algo complejo para un niño de cuatro años, pero a nadie se le ocurre que pueda serlo para un adulto. Lo mismo pasa con el ajedrez. Para un principiante la tercera jugada de la apertura puede constituir ya un misterio, pero pensar que un profesional, que lleva años y años jugando variantes architeóricas de la Nimzoindia o el Gambito de Dama, puede estar ejecutando algo difícil, y que, si encuentra algo en alguna línea, ese algo pueda tener un valor enorme, es caer en una sorprendente ingenuidad.”

Una relación de amor-odio, la suya con el ajedrez, claramente definible como de contrarios que se atraen, en una figura analizada por Heráclito hace muchos siglos (“armonía de tensiones opuestas, como las del arco y la flecha”). ¿Hay algo más opuesto, en principio, que los cuadros blanquinegros del ajedrez? Blanco y negro, eternos símbolos de verdad y mentira, del bien y el mal. Tópicos tan radicales encajan mal con el talante de hoy día, incluso en ajedrez, el más radical e implacable de todos los juegos. Así, huelga decirlo, verdad y mentira no dejan de ser conceptos a menudo flexibles que se retuercen sobre sí mismos para dar paso a infinitos tonos de claroscuro.

El GM David Bronstein en una simultánea

 ¿Por qué me dediqué al ajedrez? Bueno, podría explicárselo. Hay una razón principal, aunque haya otras secundarias, como el hecho evidente de que me gustase. La razón que voy a darle le parecerá ingenua y quizá hasta poco verosímil, pero es la verdad. Cuando era adolescente, había leído en el periódico que un joven músico famoso había intercedido ante Stalin por la suerte de su padre, un preso político. Y que la cosa había funcionado. Su padre fue liberado. Bueno, yo no creía que pudiese llegar a ser lo que se dice famoso en ajedrez, pero quizá si llegaba a conseguir cierto nombre, podría interceder por mi padre…

− ¿Ante Stalin?

No quisiera tener que admitirlo, pero claro que sí, ante Stalin, ¿por qué no, si se podían evitar la burocracia y otros caminos tortuosos? Pensaba que algún día podría escribir una carta a Stalin solicitando indulgencia para mi padre y que mi carta sería leída y escuchada.

− ¿Por qué fue detenido su padre y cuánto tiempo estuvo en prisión?

Mi padre fue detenido el 30 de diciembre de 1937 y estuvo en prisión hasta 1944. ¿Qué había hecho? Comentar con los trabajadores de su factoría que, si no les pagaban horas extra, o cosas por el estilo, debían reclamar, de modo que pasó a ser considerado un subversivo… En 1955 fue rehabilitado, pero su situación era muy precaria. Como desde hacía tiempo yo era miembro del Club Dinamo[1], me dijeron que un ministro (que a la vez era presidente honorario del Dinamo) podría ayudarme. Lo llamé y me concedió una entrevista. Una vez en su despacho, mantuvimos el siguiente diálogo:

“¿Qué puedo hacer por usted?

“Verá, hace unos cuantos años mi padre fue detenido…

“¿Dónde está ahora?”

“En Moscú.”

“¿En Moscú? (en un tono muy sorprendido)”

“Sí.”

“¿Vivo?”

“Sí.”

“Entonces, ¿qué quiere usted de mí?”

Sabe, era muy difícil desarrollarse personalmente en un país como la URSS, donde se nos intentaba convencer de que se estaba creando una comunidad especial de solidaridad, un clima de convivencia excepcional, según el cual todos estábamos obligados a entendernos y respetarnos. Y de pronto se llevan a mi padre y pasa a ser un enemigo del pueblo, de la gente que te mira con el rabillo del ojo… Por eso yo tenía miedo hasta de inscribirme en la universidad y que alguien pudiera catalogarme de extraño, de sospechoso…

Esto tiene un corolario: cuando ibas a jugar torneos al extranjero, antes de viajar debías rellenar un formulario en el que te preguntaban si había alguien de tu familia que hubiese estado en la cárcel por motivos políticos, y si ese alguien había purgado su crimen… Pues bien, al margen de la humillación personal que eso supone, e incluso después de que mi padre hubiese sido rehabilitado, los funcionarios me decían que no importaba, que debía seguir mencionando que mi padre había sido detenido y encarcelado y en qué fecha.

PRIMERA JUVENTUD

−Siempre he buscado divertir al público. Cuando empecé a jugar, por ejemplo, en las cantinas de soldados y luego, si íbamos al torneo que fuese, procuraba que mi juego fuese atractivo para los espectadores y hasta para mis contrincantes. Verá, si íbamos a jugar el Campeonato de Moscú, pongamos por caso, ¿qué dinero percibíamos? Tres rublos para comer. Entonces, ¿qué quedaba? Jugar bien, alegremente, para divertir y divertirnos. Por otra parte, era una época en la que vivía permanentemente cabreado. Me angustiaban los recientes problemas de mi padre y demás.

− ¿No cree usted que en su juventud se encerró en un ghetto insano?

Por supuesto. No quería relacionarme con nadie y los pocos amigos que tenía eran superficiales, con los que intercambiaba pocas palabras y menos momentos. Con el tiempo, yo mismo fui ampliando ese imaginario ghetto al terreno social y político.

Le diré más. Incluso hubo un tiempo en que no podía ni besar a una chica, pensando en que tantos conocidos y jóvenes de mi edad morían en el frente o volvían lisiados, y eso me impedía disfrutar de la vida, de mi propia vida. Siempre me he sentido culpable. Primero por mi padre, luego por haberme divorciado de mi primera esposa[2] y, por fin, por haberme separado de mi hijo… Ese sentimiento de culpabilidad no me ha abandonado nunca y las estadísticas, desde luego, no lo alivian, porque afirman que sólo un 3% de mi generación sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial en la URSS. Algo que no puedo recordar sin estremecerme.

LA UNIÓN SOVIÉTICA

La desaparición de la Unión Soviética me entristece profundamente… Yo me sentía víctima de la situación social reinante, porque no había allí un comunismo auténtico, sino sólo la perpetuación de un sistema de castas… Por supuesto, en la base de la pirámide había cierta lamentable igualdad (lamentable porque no era más que una comunidad de carencias), pero una clase dirigente de políticos y militares disfrutaba de un sistema de vida absolutamente abusivo y ofensivo para el país y sus gentes… Verá, este salmón que hemos comido lo tirarían a la basura como algo podrido: sus alimentos eran diez veces mejores, sus casas y su servidumbre de un lujo asiático, en contraste con la pobreza del ciudadano de a pie.

No ha desaparecido la URSS por casualidad. Ha sido así porque era un imperio artificial, sostenido por alfileres. Ahora no tenemos nada. No tengo nada. Cuando yo defendía a la Unión Soviética en las competiciones internacionales, entendía que defendía una cierta dignidad, un cierto honor. Nos decían que jugar al ajedrez era una actividad sana, respetable y respetada, y nos gustaba vencer a los países occidentales… Entiéndame, yo nunca hablé contra los países de Occidente, porque no tengo nada en contra de ellos, pero el hecho es que podíamos ganarles y eso nos llenaba de orgullo y nos dejaba satisfechos con nosotros mismos. Ahora ya no cuento con el respeto de nadie. Ni de mi país, ni de mi gente. Si fuera médico o sastre, lo tendría, pero como ajedrecista profesional no, qué tontería.

Cuando Spassky volvió por primera vez a la Unión Soviética, después de haberse ido a Francia, para participar en una competición por equipos, me acerqué a charlar con él mientras corría mi reloj, no sin que antes me recriminaran duramente (¡eso no se podía hacer!). Pero yo no había visto a Boris desde hacía tiempo y quería preguntarle por París, por su vida en Francia. Lo primero que me dijo Spassky fue: “Nos han mentido, David. El ajedrez no es tan importante como nos han hecho creer.”

− ¿Su condición de judío le creó problemas especiales?

Ser judió no es ser ucraniano, ni es ser ruso… Es algo distinto… Las cosas no se planteaban así. Simplemente, yo era un judío de Kiev, como lo eran mis padres, mis tíos y toda mi familia, y como lo era mi primera mujer.

 ¿Qué opina del papel desempeñado por Gorbachov en la historia reciente?

El proyecto de Gorbachov estaba destinado a fracasar. Quería poco menos que asar la manteca. Imagínese que un día lo vemos en televisión, saludando a la gente en la calle, y a las preguntas de unas viejas, quejándose de la situación, de la falta de comida, de los precios de frutas y verduras, les dice que deben tener paciencia, que los resultados de la Perestroika no los verán ellas, sino sus nietos… ¡Exactamente lo mismo que los líderes de la Revolución bolchevique les habían dicho a sus padres cuando eran jóvenes!

Le voy a explicar en una imagen muy clara cuál era la atmósfera que se vivía en la Unión Soviética. Ahora estamos charlando tranquilamente en este café y da gusto ver el excelente sol de afuera. ¡Qué buen tiempo hace!, diríamos, sin ningún tipo de reserva (Naturalmente, lo dice con una amplia sonrisa, con entusiasmo). En Moscú o Leningrado, para expresar lo mismo, yo lo diría así (baja la voz y la cabeza, como para hacer una confidencia, susurrando): Vodno prekra’snoe vremia (se ríe). ¿Comprende? ¿Comprende?

Por otro lado, había relaciones muy tensas y suspicacias de todo tipo en el ambiente del ajedrez. Voy a contarle algunas anécdotas. Hace veinte años vine a España, ya sabe, jugué en Canarias. En un momento dado aplacé una partida y Smyslov me preguntó qué tal era mi posición. “Está ganada”, le respondí, “pero hay mucho trabajo por hacer.” Y él me dijo: “¿Y qué prisa tienes?” Me presionaba, sabe, con ese comentario insidioso. Era como si me dijera: por qué impaciencia, por qué nervios. Eres un profesional del ajedrez y te comportas como un vago.

Otro caso. Baturinsky me llamó un día y me dijo: “Hay un torneo con muy buenas condiciones en América. Arregle sus cosas y dispóngase a irse.” Sin más.

Lo mismo sucedió cuando murió Stein. Yo no iba a jugar el Interzonal de Petrópolis, pero entonces Baturinsky me llamó y me comunicó: “Ahora le corresponde jugar a usted y también tiene derecho a jugar el Campeonato de la URSS.” ¡Y me lo dijo con unos días de anticipación! Lo comenté con Averbaj, y sólo se le ocurrió decirme: “¿Qué quieres, David? Ya sabes, es un coronel y está acostumbrado a tratar con delincuentes.”

Cuando se escribió aquella especie de carta-manifiesto denunciando a Korchnoi, yo estaba en Hungría, jugando un torneo. Mientras comía, en compañía de Nona Gaprindashvili, que también participaba en el torneo, llamaron por teléfono a Nona. Era Baturinsky. Cuando volvió a la mesa, Nona tenía una mirada un tanto maquiavélica… No quise preguntarle nada. A mi regreso, Baturinsky me citó a su despacho y me preguntó qué opinaba “de los últimos acontecimientos”. Yo le dije que no quería opinar. Pero él insistió y, señalando el techo con el índice, me dijo: “Los de arriba no estarían muy satisfechos con su respuesta.” No hice comentario alguno. Insistí en que no quería discutir el asunto. Pero usted comprenderá el tipo de tensión que se creaba en torno a nosotros, las presiones oficiales que debíamos soportar.

BOTVINNIK

Sé que me pedirá que hable del tan cacareado encuentro con Botvinnik. Ustedes no terminan de comprender el estado de ánimo en que me encontraba entonces. Se lo resumiré: ni siquiera quería ganarle a Botvinnik. Tenía mucha aprensión. ¿Qué pasaría si ganaba y de repente me veía obligado a frecuentar a miembros del Gobierno, a participar en recepciones oficiales? ¿No resultaría evidente mi desdén por su hipocresía, por el muro que habían levantado en nuestra sociedad? No, no estaba preparado para ganar y no me importaba sentir así. Jugaba, sí, como jugaba cualquier torneo. Sabía que era fuerte, que era bueno y que jugaba mejor que Botvinnik, pero no tenía interés alguno en ser campeón del mundo. De algún modo, me frené a mí mismo, pero sólo yo y el entorno somos culpables de eso. Por supuesto, después del encuentro los periódicos se apresuraron a justificar a Botvinnik, no en vano era el mejor. “Sí, había tenido problemas, pero era porque llevaba tres años sin jugar.” Era el mejor porque ellos lo decían…

Con Botvinnik había poca comunicación. Vistas las cosas en perspectiva histórica, como en sus libros, siempre repitió aquello de que él “sólo era primus inter pares” (el mejor entre iguales), pero en el fondo se consideraba claramente superior, siempre te hablaba desde un pedestal. Por eso sufrió un trauma cuando fue excluido por el Comité de Deportes de la selección que participó por primera vez en las Olimpiadas (Helsinki, 1952). La razón es que se le veía en clara baja forma. En el Campeonato de la URSS de 1951 había perdido tres partidas, clasificándose quinto, a dos puntos del vencedor, Keres. Botvinnik presionó enormemente a todo el mundo, pero el comité también consultó a los jugadores seleccionados. El problema que se planteaba era que nadie hubiera excluido a Botvinnik del equipo, pero él sólo aceptaba defender el primer tablero. Entonces, en una de las pocas ocasiones en que se dignó pedir mi opinión sobre el tema, me preguntó: “¿No cree usted que yo merezco formar parte del equipo?” Y le contesté: “Sí, pero no de primer tablero.” Así que finalmente Botvinnik no viajó a Finlandia y Keres ocupó el primer tablero de la selección soviética.

KONSTANTINOPOLSKY

−Después de la sexta partida con Botvinnik, Konstantinopolsky, que era muy parecido a Tarrasch, amante de las sentencias drásticas, se mostró muy crítico conmigo. Me atacó duramente por mi juego, delante, por cierto, de mi padre, que había venido expresamente a verme. Mi padre se sintió tan mal por la bronca que se fue dando un portazo y mascullando: “Todos ustedes están locos.”

Konstantinopolsky era un pobre hombre. En una ocasión me paró por la calle y me dijo: “David, ¿por qué dice usted siempre que yo he sido su entrenador?” y yo le respondí: “En primer lugar, yo nunca he dicho eso, son otros quienes lo dicen. En segundo lugar, si no lo he desmentido es porque le respeto y puesto que usted era jefe de entrenadores en el palacio de pioneros de Kiev, la afirmación no deja de tener cierto fundamento.”

ZURICH, 1953

−Mire, el caso es que no puedo tener peores recuerdos, como ya le dije, de ese torneo. Resulta que nuestros directivos tenían miedo de Reshevsky, a quien consideraban el favorito del torneo y, tras deliberaciones seguramente arduas, llegaron a la conclusión de que nuestro jugador con más posibilidades de frenarlo era Smyslov. Así que un coronel del KGB[3] nos mentalizaba diariamente en ese sentido, tanto a Keres como a mí. Nos lanzaba reiterados mensajes indirectos: no debíamos ganarle a Smyslov, porque Reshevsky era peligroso… Y sabe, se equivocaba, Reshevsky no era, ni mucho menos, tan peligroso. Najdorf, por ejemplo, lo era mucho más. El caso es que un día vi volver a Keres lívido de uno de esos paseos por los alrededores del hotel. Apenas podía contener la indignación. Lisa y llanamente, le habían prohibido de forma tajante que intentase siquiera ganarle a Smyslov. Me dijo: “Ahora te toca a ti.” Por supuesto, obedecimos las consignas. ¿Qué otra cosa podíamos hacer?

El libro, bueno, tampoco fue una obra mía en el más amplio sentido de la palabra, porque hay en él un lenguaje postizo, un estilo que no reconozco como propio. Vainstein trabajó en su forma final tanto o más que yo, así que…

BORIS VAINSTEIN

− ¿Quién era, exactamente, Boris Vainstein?

Vainstein era un matemático y economista que llegó a ser jefe del Departamento de Planificación Económica del Ministerio del Interior. Uno de los colaboradores íntimos de Beria y uno de los cerebros más brillantes que he conocido. También fue presidente de la Federación de la URSS en los años cuarenta. Como ajedrecista era flojo, pero su compañía me confortaba porque me había demostrado en reiteradas ocasiones su amistad. En mis primeros tiempos de Moscú, por ejemplo, yo siempre podía disponer de una habitación en su apartamento. Fue extremadamente cordial conmigo, y siempre me dio pruebas de su afecto e incluso de una admiración inmerecida. Su integridad era para mí un hecho. En 1953, Beria montó un importante tinglado, un negocio en el que participaban sus familiares y colaboradores, pero ni se le ocurrió contar con Vainstein, uno de los contadísimos altos funcionarios que se declaraba no comunista. Por cierto, ¿sabía usted que Vainstein, entre 1942 y 1945, publicó en Moscú una revista de ajedrez, Chess, en lengua inglesa?

Por lo que he dicho, no es de extrañar que me acompañase, en calidad de segundo, a algunos torneos internacionales, precisamente porque me inspiraba seguridad y confianza, algo que me importaba más que su fuerza ajedrecística. A propósito de esto, recuerdo que Najdorf comentó en una ocasión: “¡Bronstein tiene un segundo que se deja pieza en todas las partidas de blitz!”

Vainstein, por otra parte, no sólo me ayudó a mí, sino a todos los ajedrecistas que le pedían ayuda por cualquier motivo que estuviese a su alcance. A mí me empujaba a escribir y a reflexionar sobre el ajedrez, y su energía fue un magnífico estímulo en una época.

CAPABLANCA

 ¿Quién dice que Capablanca no estudiaba nada? Sé que todo el mundo lo dice, pero ¿dónde está la evidencia? Estoy harto de tópicos, entre ellos que a Capablanca, con su imagen de playboy que sonríe a la vida y al que la vida le sonríe, todo le resultase fácil, que se movía exclusivamente por obra y gracia de su intuición: todo eso no deja de ser un lamentable cliché… Le voy a decir algo: estoy convencido de que Capablanca había estudiado hasta la saciedad posiciones claras, donde podía desarrollar a la perfección su superioridad estratégica. Por ejemplo: siempre procuraba, y a menudo lo conseguía, cambiar dos o tres piezas y, eso sí, las posiciones resultantes, ese tipo de esquemas, los dominaba como nadie.

Al margen de eso, todo el mundo sabe que Capablanca tenía gestos elegantes. Por ejemplo: muy pocos saben que Levenfish[4] fue invitado al torneo del AVRO 1938[5] por expreso deseo de Capablanca. Algo muy justo, porque Levenfish era un maestro muy fuerte que, a pesar de ser poco conocido fuera de la URSS, era uno de los mejores jugadores de la época.

MÍSTICA DE LA PREPARACIÓN

Hablamos de innumerables cuestiones: la fuerza de los colores, el valor de la preparación, la psicología del adversario (el jugador de enfrente). Bronstein nunca dice “cuando jugué contra”, sino “cuando jugué con…”.

− ¿Cuál es la primera jugada más fuertes?

La mejor apertura es 1.d4, porque impide dos buenas jugadas, 1…c5 y 1…e5.

− ¿Y1? e4?

No es tan buena, porque no impide 1…c5, lo mismo que 1.c4, que no impide 1…e5.

− ¿Cuál es el valor de la preparación, del conocimiento del adversario?

−Muy importante. Nada se decide, ni debe decidirse en una sola partida. ¿Sabe usted que Morphy perdió sus dos primeras partidas consecutivas contra Horowitz? Y, desde luego, no es que fuera peor. Morphy le dijo entonces a su entrenador que Horowitz ya no le ganaría ninguna partida más. Y así fue. ¿Por qué? Porque Morphy ya disponía de elementos de juicio suficientes, ya podía evaluar en condiciones a su oponente. Hay que ver jugar al rival, sólo así estaremos en condiciones de saber a qué tiene miedo, qué le gusta hacer, qué esquemas prefiere…

Lo que me hace gracia es que ahora Nunn, Short y algunos otros juegan la Apertura Cuatro Caballos, ¿comprende? ¿Qué significa? Significa, ni más ni menos, que la partida está ganada por aquel que domina el centro y esta idea, que ya está en los clásicos y que luego se ha querido matizar con tantas sutilezas, no sólo sigue vigente, sino que es en sí misma una verdad absoluta: quien domina el centro tiene la partida ganada y el otro bando no puede hacer nada por defenderse. Por eso, ¿cómo puede alguien pedirme llevar la confrontación, en una sola partida, hasta sus últimas consecuencias? Si juego con negras no puedo hacer nada. Si juego con blancas… La única forma de saber quién es el mejor de dos ajedrecistas es hacer que disputen cuatro o seis partidas, con colores alternos y distintas aperturas impuestas, y entonces sí podrá efectuarse un balance.

− ¿Qué opina de los jóvenes grandes maestros actuales, los Kamsky, Anand, Shirov, Gelfand, Kramnik…?

Mire, los jóvenes maestros de hoy quieren enterrarnos. Enterrarnos cuanto antes y bailar sobre nuestras tumbas. Pero seamos justos con ellos: trabajan mucho, muchísimo. Su preparación teórica es infinitamente superior a la de los jugadores de mi generación.

GELLER

Me interesaba el tema de Efim Geller, uno de los grandes maestros más brillantes de los años cincuenta/setenta y (creo) insuficientemente reconocido por la prensa ajedrecística y quizá hasta por sus colegas. Las contribuciones de Geller a la teoría, sus magníficas combinaciones, todo conforma un ajedrez de altos vuelos que, en cierto modo, ha pasado desapercibido. De otros grandes jugadores se ha hablado mucho. También hablamos de las humillaciones sufridas por Geller, como entrenador y analista de Petrosian, durante la final de Candidatos de 1971.

Geller era, por supuesto, un gran teórico, tenía magníficos conocimientos de aperturas. Se preparaba a conciencia y tenía una interpretación personal absolutamente dinámica del juego. Pero a mí me molestaba que ganase partidas con tanta facilidad, por errores notorios de sus adversarios… También con Geller me siento culpable, porque en una ocasión contribuí a hacerle perder una partida decisiva. Fue en el Campeonato Soviético del 49. En la última ronda, Geller tenía medio punto más que Smyslov y yo. Le tocaba jugar con Jolmov, y yo analicé con éste la Variante Bird de la Española. La idea era que Jolmov consiguiese tablas. El juego se fue desarrollando conforme a lo preparado: 1. e4 e5 2. Cf3 Cc6 3. Ab5 Cd4 4. Cxd4 exd4 5.0-0 c6 6. Ac4 Cf6 7. De2 d6… Hasta que en un momento dado las negras juegan …Ta7[6]Entre paréntesis, hay que señalar que cuando alguien te juega algo así en la apertura hay que suponer que tiene algo preparado. Pero Geller entró al trapo sin dudarlo… Así que, cuando llevábamos varias horas de sesión, se me acerca Jolmov y me dice que está jugando a ganar… ¡Y cómo podría disuadirlo yo, puesto que al fin y al cabo era su partida! Pues bien, al final consiguió ganar y yo… arrastro ciertos remordimientos, aunque no demasiados, porque todo el mundo hacía estas cosas cuando lo importante era proteger tus intereses. ¿Por qué no habría de ayudar en su preparación a Jolmov, si eso me convenía?

Lo malo de Geller, siento decirlo, es su alianza incondicional, de un modo un tanto servil, con la mafia armenia, encabezada por Petrosian.

¿AJEDREZ = ARTE?

Bronstein cree firmemente en la creatividad. Le gusta menos su formulación y menos aún la idolatría elitista: Lo que no admito es esa ridiculez tan repetida de que “Bronstein ama el ajedrez por encima de todo, sólo juega por amor a la belleza” etc. Tonterías que no encajan en absoluto conmigo. Por supuesto, en una época también caí en la trampa de la belleza ajedrecística, pero nunca lo vi como una finalidad en sí, sino como uno de los factores que hacían atractivo el ajedrez y que me permitían desear su práctica.

Sin embargo, al minuto siguiente ya nos está mostrando un precioso estudio o la belleza de una de sus incomparables combinaciones, así como recordándonos que quiere promover asociaciones relacionadas con el ajedrez-arte, incluso revistas científicas.

Nos comenta un brillante estudio artístico: La vida da muchas vueltas. Imagínese que un día, hojeando un libro de Karpov y Gik, ‘Mis finales favoritos’[7], en la página 57 vi la siguiente posición, que se había producido en la novena partida del Campeonato del Mundo de 1951 (diagrama).

Sobre esta posición, los célebres compositores A. Kusnetsov y B.Sajarov crearon un final en 1955, cuya clave era la promoción de un peón en la esquina del tablero… (diagrama).

Ahora bien, tras aportar la solución, los autores señalan que “¡Ni el propio Bronstein habría podido salvar esta situación!” Pero sucede que ¡sí pude!, encontrando incluso una refutación a las brillantes maniobras propuestas como solución. Sería prolijo explicarlo aquí, pero la historia del asunto es que una tarde me puse a buscar un estudio en que yo había encontrado una mejora, en un libro sobre composición ajedrecística, ‘Los colores del espectro ajedrecístico’, de A. Kusnetsov (Moscú, 1980). No lo encontré, pero había otro muy parecido. Imagínese el lector cuál no sería mi sorpresa cuando, al mirar la solución, me enteré de que el estudio había sido compuesto especialmente para mí y que se había tardado tres años en ultimarlo. Una de las intenciones del autor era que fuese tan perfecto y difícil que ni el mismo David Bronstein pudiera solucionarlo. ¡Pero yo lo había resuelto, incluso ignorando el desafío!

Activo y enormemente inquieto, las reflexiones, definiciones, imágenes se le disparan. Interrumpe su discurso y nos dice: Hay que luchar siempre contra esa cicatería del punto por el punto y de que el ajedrez no contenga otros valores que los que se reflejan en la tabla de clasificación.

MOMENTOS

−Me gustaría rememorar algunas situaciones de interés para nuestros lectores. Por ejemplo: Averbaj me contó que en una ocasión decidió visitarle para jugar unas partidas amistosas, por la época en que usted era un activo comentaristas de Izvestia. Al parecer, usted se fue a buscar un juego y, como tardaba, Averbaj siguió sus pasos y lo encontró revolviendo por todas partes. Finalmente, le dijo: “¿No me digas que no tienes un tablero?”

Eso es cierto. Todo el mundo hace bromas con esas supuestas extravagancias. Por entonces yo me movía mucho, me pasaba madrugadas enteras en el periódico. A veces dormía en casa de algún amigo… A veces, analizaba de memoria, otras en un tablero de bolsillo y en ocasiones en un tablero convencional… Pero yo no era precisamente un hombre muy ordenado…

− ¿Qué pasó en Herceg Novi, en el torneo de rápidas? No parece que los jugadores soviéticos se hayan lucido precisamente allí…[8]

− ¡Nunca los he visto jugar tan mal! Algunos de los mejores que he visto nunca, como Petrosian o Tal, allí estaban irreconocibles, y Fischer pudo aprovecharse. Lo que pasó fue que el día anterior se habían ido de compras y volvieron al hotel agotados. El cansancio fue decisivo para la frescura de ideas y reflejos. No hay más historia.

−Siempre me ha llamado la atención aquel encuentro que la selección de la URSS disputó en 1954 contra Uruguay[9], un modesto país, ajedrecísticamente hablando.

Se lo puedo explicar. Se trató de una pura carambola del azar. Una vez disputado el match con Argentina,[10] resulta que, por incompetencia de nuestra embajada en Buenos Aires, no teníamos billetes reservados para el regreso, y no había plazas hasta una semana después. Entonces nos enteramos de que había un torneo de partidas rápidas en Montevideo, con premios muy modestos, pero que estaba a tan sólo unas horas en barco. Allí nos fuimos y, sobre la marcha, se improvisó el encuentro con el equipo uruguayo.

EL SECRETO DEL AJEDREZ

Bronstein es muy expresivo. Pero controla perfectamente lo que dice y lo que no quiere decir. Cuando se abre, dice lo que piensa:

Un día comprendí que había descubierto el secreto del ajedrez. Le diré cuál es el secreto del ajedrez: la máxima aspiración del jugador es detener el reloj para así poder descansar.

  1. Le diré el secreto de la partida: el medio juego comienza con la primera jugada. La apertura comienza y finaliza cuando el árbitro pone en marcha el reloj.

SU VIDA

He intentado bosquejar mi biografía, sí. De hecho, llegué a escribir muchas páginas. Hasta tengo, creo, un excelente título para ella: Un refugio en el KGB. Usted ya conoce muchas de mis peripecias en el Dinamo, una de las típicas contradicciones de la época. Allí me encontré con gente muy distinta, individuos la mayoría muy agradables, como si uno estuviera en el café del barrio, compartiendo vivencias con vecinos y amigos. Parece ser que yo les resultaba simpático a casi todos ellos, y con frecuencia llegué a participar en las concentraciones del equipo de fútbol, con Yashin y compañía, a muchos kilómetros de Moscú. ¡Hacer footing con Yashin[11] alguien tan poco atlético como yo! Esos retiros en pleno bosque, con ejercicios al aire libre y vida sana supongo que no dejaron de tener una importante repercusión positiva sobre mi salud.

Como le digo, me gustaría publicar una autobiografía, si consigo avanzar en ella, no porque estime que mi caso sea extraordinario. Mi vida ha sido muy parecida a la de millones de rusos de mi generación, pero, en fin, podría servir de enseñanza a las nuevas generaciones, podría, digamos, ilustrar la vida de un ser humano después de la Revolución, durante la Segunda Guerra Mundial. Un ser humano que por añadidura y por casualidad es un ajedrecista profesional… Pero sólo habría tenido sentido cuando existía la Unión Soviética, donde se entendería más o menos bien, en cambio ahora… Teniendo en cuenta el carácter de mis compatriotas, la gente pensaría: “¿Qué le pasa a éste? Todos estamos manchados. ¿Es que acaso se considera mejor que nosotros?”

Tenemos que comprender que el balance que Bronstein establece de su vida no es muy positivo: remordimientos, autoinculpaciones, el sentimiento de haberse dedicado a una actividad no muy valorada socialmente… Por su propia boca. Un día:

He perdido mi vida.

Otro día:

He malgastado mi vida.

Y lo peor:

Toda mi vida me he sentido como un perro que chapotea sin cesar para salir del agua y que cuando lo consigue, alguien vuelve a arrojarlo al charco y otra vez vuelta a empezar.

18 TEMAS

El 22 de setiembre de 1994 fue el último día que vi a Bronstein. El día anterior habíamos quedado en reunirnos para una entrevista formal en la que el gran maestro debería despacharse a gusto sobre las preguntas que yo le formulase (18 preguntas extensas, más bien temas). A las diez de la mañana, Bronstein, acompañado de su esposa Tatiana (hija del GM Isaak Boleslavsky), fue puntual, pero entre unas cosas y otras, la entrevista se inició mucho más tarde y, tras diversas divagaciones, pude plantearle el primer tema: el Mundial de 1948…

−Usted insinuó en una ocasión que la FIDE se había apresurado a convocar el Mundial de 1948 con el fin de excluir a algún candidato. ¿Se refería a usted mismo y a Boleslavsky?

Nos llevaría varias horas hablar de este tema. En primer lugar, no está claro en absoluto, o al menos no lo está para mí que se necesitara entonces un campeonato del mundo. Tendríamos que remontarnos a la época de Steinitz, o incluso antes, cuando Zukertort y él decidieron esperar a la muerte de Morphy antes de atreverse a disputar el título mundial. En cualquier caso, la forma en que se llevó a cabo ese primer Mundial de la FIDE, tras la muerte de Alekhine, la forma en que se convocó, no creo que haya sido correcta.

Creo que fue Bill Hartston quien escribió alguna vez que “todos los hombres teníamos derecho a jugar al ajedrez como una forma de cultura, hasta que alguien decidió instituir el campeonato mundial.” No estoy seguro de que cite con exactitud, pero creo que en sustancia era algo así.

En el caso de la selección llevada a cabo para disputar el Mundial del 48, especialmente sospechosa fue la eliminación de Najdorf, quien por entonces era, sin lugar a dudas, uno de los grandes maestros más fuertes del mundo. Y hay más: fue precisamente la FIDE la que concedió el torneo internacional de Praga, 1946,[12] a su vencedor, una plaza para el Mundial. Que la FIDE hiciera mutis por el foro fue algo sucio, que desde ese momento socavó el crédito de la organización.

El problema es que llegó la hora de irse y Bronstein ni siquiera había liquidado el primer tema. ¿Qué hacemos? Me propuso que le diese la lista de los 18 puntos y que los comentaría de viva voz, grabándolos, a su regreso a Moscú o, mejor aún, que los comentaría, los incluiría en su próximo libro y yo podría utilizarlos entonces. Naturalmente, su respuesta me pareció inaceptable, pero ni me cuestioné no entregarle la lista de los temas, pensando que, en cualquier caso, si el gran maestro era capaz de disciplinarse y decidía comentarlos, sus palabras compensarían sobradamente al mundo del ajedrez por mi pobre desencanto. Esperé sus respuestas y esperé su libro, pero ni unas ni otro llegaron hasta ahora. Espero que su inteligencia siga siendo tan aguda y su voluntad tan viva e intensa como en estos años. Al despedirnos, Bronstein me reitera: No diga que soy un genio, ni cosas por el estilo. Diga simplemente que entendía la lógica del ajedrez, y con eso me habrá definido perfectamente.

Artículo publicado en la revista JAQUE Nº 443, febrero 1997, páginas 6-17.

[1] Sección deportiva del KGB.

[2] Olga Mijailovna Ignatieva, nacida en 1920, GM en 1978.

[3] Comité para la Seguridad del Estado.

[4] Grigori Levenfish (9.3.1889-9.2.1961), GM en 1950. Campeón de la URSS en 1935 (con Ilya Rabinovich) y en 1937. En este último año, empató un encuentro con Botvinnik (6,5-6,5).

[5] Uno de los más famosos torneos del siglo veinte, disputado del 2 al 27 de noviembre de 1938 en varias ciudades holandesas, concebido para designar oponente a Alekhine, con el título mundial en juego. Lo ganaron Keres y Fine.

[6] Geller-Jolmov, Moscú, 1949. 1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ab5 Cd4 4.Cxd4 exd4 5.0-0 c6 6.Ac4 Cf6 7.De2 d6 8.e5 dxe5 9.Dxe5+ Ae7 10.Te1 b5 11.Ab3 a5 12.a4 Ta7 13.axb5 0-0 14.b6 Dxb6 15.d3 Ab4 16.Tf1 Dd8 17.Ag5 Te8 18.Dg3 Ae6 19.Axe6 Txe6 20.Cd2 h6 21.Axf6 Txf6 22.Ce4 Te6 23.Dh3 Dd5 24.c3 dxc3 25.bxc3 Ae7 26.f4 f5 27.c4 Dd4+ 28.Rh1 g6 29.Tab1 h5 30.Tb8+ Rf7 31.Dg3 fxe4 32.f5 Tf6 33.Th8 Dxd3 34.fxg6+ Rg7 35.Th7+ Rg8 36.Dxd3 exd3 37.Txf6 Axf6 38.Txa7 Ad4 39.Tf7 d2 40.Tf1 Ab2 41.Rg1 a4 42.Rf2 a3 43.Re2 a2 (0-1). Tras su derrota y sendas victorias de sus seguidores, Geller sólo pudo finalizar tercero, empatado con Taimanov, mientras que Bronstein y Smyslov compartieron el primer puesto.

[7] Madrid, 1992. Zugarto Ediciones.

[8] El torneo de blitz de Herceg Novi se jugó a renglón seguido del primer encuentro URSS vs Mundo (Belgrado, 1970). Participaron doce jugadores a doble vuelta. Ganó Fischer, con 19 puntos, seguido de Tal (14,5), Korchnoi (14), Petrosian (13,5), Bronstein (13), etc.

[9] Doble match disputado el 1 y 3 de abril de 1954 en Montevideo. Bronstein ganó sus dos partidas contra R. Linskens y E.Rotunno.

[10] Tuvo lugar en Buenos Aires, a cuatro rondas. Venció la URSS por 20,5-11,5. Bronstein se impuso en el primer tablero a Najdorf, por 2,5-1,5.

[11] Famoso guardameta del Dinamo, y una de las mayores figuras históricas del fútbol en los años cincuenta y sesenta. A Lev Yashin se le conocía como la Araña negra.

[12] El torneo de Praga, que tuvo lugar entre el 3 y el 21 de octubre de 1946, tenía una significación especial, por cuanto la FIDE había resuelto que su vencedor sería incluido en el inminente torneo que concedería sucesor a Alekhine, como campeón mundial. Venció Najdorf y, sin embargo, no fue invitado a participar en el torneo de La Haya/Moscú, 1948. ¿Razones? La FIDE argumentó que la ausencia de Tartakower y cuatro maestros soviéticos restó categoría a la competición. Pero pudo haber otras razones.

Fuente: https://antoniogude.com/nuevas-conversaciones-con-bronstein/

Antonio Gude Fernández Trayectoria profesional:

Autor: Ver todos sus libroshttps://antoniogude.com/biografia-oficial/libros/

Periodista:

  1. Columnista de ajedrez, El Pueblo Gallego, Vigo (1965-1969)
  1. Columnista de ajedrez, El Faro de Vigo (1979-1982)
  1. Columnista de ajedrez, TESA (suplemento dominical incluido en 15 diarios nacionales) (1991-1994)
  1. Columnista de ajedrez, AS, 1990-1992
  1. Director de las revistas especializadas El Ajedrez (Vigo, 1979-1981), Jaque (Madrid, 1985-1986) y Revista Internacional de Ajedrez (Madrid, 1987-1995)

Articulista en Jaque (Silla, Valencia, 2009-2010)

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Directivo:

Secretario General y Director Técnico de la Federación Española de Ajedrez, Madrid (1989-1991)

Entrenador:

  1. Sociedad Cultural Deportiva, Vigo (1979-1982)

Facultad de Empresariales y C. A. Sagrada Familia, La Coruña (1995)

Conferenciante:

  1. Cursos de verano de la Universidad Complutense. El Escorial, 1991. El gambito de las musas: lo literario en ajedrez y ajedrez en la literatura moderna.
  1. Sociedad Deportiva Sagrada Familia, La Coruña, 1996. Bobby Fischer: la aparición de un genio.

Segunda Gran Fiesta Internacional del Ajedrez. UNAM, 2012. El Ajedrez en el cine de Stanley Kubrick.

Entrevistas:

  1. La Hora del Ajedrez. Radio Tinamar, 2011.

Segunda Gran Fiesta Internacional del Ajedrez. UNAM, 2012.

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